A mí mismo

«¿Conocéis el miedo del que se adormece?
—Nietzsche

En la penumbra larga te cuestiono.
Entiendo que fue pródiga en olvido
esta época de lunas que has vivido
con algo de piedad y algo de encono.
A veces sueñas una arcana fuente
de la que brotan otros lentos sueños.
(Ni tú ni yo hemos sido nunca dueños
de los jardines tiernos de tu mente.)
Otras intuyes que la oscura muerte
del padre ha sido eterna, y que las cosas,
hasta las más incólumes y hermosas,
están echadas a esa misma suerte.
Algunas hablas con la amada muerta,
pidiéndole que vuelva a los confines
de este mundo de lunas y jazmines,
aunque ya le han cerrado aquella puerta.
O en la serena y oprobiosa aurora
que pesa sobre el odio de tu frente
sabes que ha sido un sueño aquella fuente,
y que es inútil anhelarla ahora.
No sé qué dios oscuro y vengativo
ha prodigado el sueño y la vigilia;
no sé el consuelo pobre que te auxilia
del horror de soñar estando vivo.
Te espanta ir a dormir, pero es en vano.
Mientras escribes estas líneas sientes
el murmurar del agua de las fuentes
de un mundo menos cierto y más arcano.


Los mitos y los sueños

Los mitos y los sueños son escritos
en los secretos muros de la mente
desde la misma primigenia fuente
de símbolos ociosos y arquetipos.
En sus oscuros ámbitos, los ritos
–el fuego y las especias, la paciente
y cristiana oración– son infinitos.
Eterna es la manzana y la serpiente.
Eterno es el puñal y es el hermano,
eternos son los dioses y los días,
y eternas son las arduas simetrías
de que se nutre el corazón humano.
Son pocas pero viejas, viejas cosas:
los mitos y las lunas y las rosas..


Génesis

«Porque en todas las tardes de esta vida,
muy poco nace, pero mucho muere…!»
—César Vallejo

He soñado la génesis del hombre,
en una noche llena de sospechas.
Soñé empapado de sudor y luna,
y en un estado inquieto de consciencia.
Soñé que allí no había una manzana,
ni prístinos adanes ni arduas evas,
ni bien ni mal (siquiera se insinuaba
un ángulo formando alguna recta…!).
He soñado la génesis del hombre,
partícipes ni el agua ni la esperma.
(Tal vez, en el más plácido escenario,
un soplo era el principio de la gesta…)
He soñado la génesis del hombre,
y he vuelto de mi sueño libre apenas,
porque en todas las noches de esta vida
muy poco nace, pero mucho sueña…!