De tiempo todo está lleno,
de ti está todo vacío:
casas, ventanas y puertas,
y nuestros cinco sentidos.
Sólo tiempo, sólo tiempo:
nada más ha sido escrito
donde fue escrita la historia
de los claros seres vivos.
Raudales de la memoria:
ya nada en ellos es mío.
Sólo los miro si pienso
aquello con que se han ido.
Pero en el sueño regresan,
y los cursos nunca límpidos
de la memoria se quitan
el velo de los olvidos.
Porque nuestro sueño acecha
lo verdadero, lo vívido.
Por eso a veces se abre
la flor del ojo dormido.
Por eso a veces llenamos
las sábanas de rocío.
A nadie, despierto, veo.
Alguien, dormido, yo he visto.