Solos entre volúmenes y escritos,
muertos acaso en otra Alejandría,
hay un libro, una página y un día
que aguardan, tras lectores infinitos
e innúmeros, los ojos destinados
al ritmo de su prosa o de su verso.
Hay un libro entre muebles olvidados
que me espera en su plácido universo.
Su autor, anónimo o indescifrable
para estos ojos vanos y fortuitos,
será un oscuro Nombre: un innombrable
doble de mis volúmenes y escritos.
En él, frutos de una memoria y una
tristeza casi mías, está la noche
que ya escribí: la ignominiosa luna,
los libros y la pena y el reproche.
Busco la dicha de encontrar acaso
las hojas que figuran estas hojas,
el término inicial de mis congojas
y el rojo más antiguo de este ocaso.
Lo escrito es una letra evanescente
de un alfabeto ajeno y una historia
indescifrable. Hay un antecedente
de todo lo que esboza mi memoria,
de mis congojas, lágrimas y penas,
de esta penumbra y esta noche hueca.
Y aguarda en las efímeras arenas
del tiempo, que es su vasta biblioteca.