Casas, casas como pueblos
de desalentados odios:
rencores atardecidos
que atardecieron mis ojos
para que viera mi cuerpo
como un paisaje de lobos.

Casas que no son espuma
ni corazón por asomo,
por poco ayer erigidas
como en el odio nosotros.

Casas que no hallan espacio:
casas que pueblo y asombro
que una luz que no entiendo
para qué llevo, ni cómo.

Tumbas de un viento de enero
que quiso ser amoroso.

Yo necesito que triunfes,
niño que antes del polvo
fui, pero no sigo siendo
sino en mi sitio más hondo.

Yo necesito que triunfes:
hay un latido remoto
que persevera, vencido,
pero una vez victorioso.

Pronto llegaré a la alcoba
inundadora de agosto.
Mi casa tendrá la paz
de los pausados arroyos.

Triunfará la tierra encima:
será el entierro del odio,
e iremos bajo la tierra
a descansarnos de todo.