La doctrina pitagórica de la armonía, presente en el platonismo, alcanzó su esplendor en el misticismo y alquimismo medievales. Fludd, por ejemplo, ilustra la armonía universal: es un acorde ejecutado por Dios en un monocordio de dos octavas. La octava superior es el extremo espiritual, la inferior es la carne y la materia. Dios ejecuta el universo entre estas dos octavas, en el medio de las cuales el sol es consumado.
De acuerdo con esta visión, los opuestos se identifican. La relación lógica de necesariedad que ata una cosa a su contrario oculta una relación de identidad. Sin la serpiente nunca habría venido Cristo: luego, la serpiente es la venida de Cristo.