«¿Conocéis el miedo del que se adormece?
—Nietzsche

En la penumbra larga te cuestiono.
Entiendo que fue pródiga en olvido
esta época de lunas que has vivido
con algo de piedad y algo de encono.
A veces sueñas una arcana fuente
de la que brotan otros lentos sueños.
(Ni tú ni yo hemos sido nunca dueños
de los jardines tiernos de tu mente.)
Otras intuyes que la oscura muerte
del padre ha sido eterna, y que las cosas,
hasta las más incólumes y hermosas,
están echadas a esa misma suerte.
Algunas hablas con la amada muerta,
pidiéndole que vuelva a los confines
de este mundo de lunas y jazmines,
aunque ya le han cerrado aquella puerta.
O en la serena y oprobiosa aurora
que pesa sobre el odio de tu frente
sabes que ha sido un sueño aquella fuente,
y que es inútil anhelarla ahora.
No sé qué dios oscuro y vengativo
ha prodigado el sueño y la vigilia;
no sé el consuelo pobre que te auxilia
del horror de soñar estando vivo.
Te espanta ir a dormir, pero es en vano.
Mientras escribes estas líneas sientes
el murmurar del agua de las fuentes
de un mundo menos cierto y más arcano.