Eras como la aurora, penumbra y mediodía.
La aurora nos enseña que siempre es necesaria
la muerte, con su noche profunda y milenaria,
para el que está soñando con ver la luz del día.
Yo siempre he sido tuyo, tú siempre has sido mía;
desde antes que la mano incólume y precaria
de un dios crepuscular le diera a mi embrionaria
esencia alguna forma, tu sangre en mí ya ardía.
Mil muertes es el alma, mil muertes ominosas
para alumbrar apenas la faz de nuestras vidas,
para olvidar a un hombre, para olvidar un día.
Pero la aurora alumbra las más oscuras cosas
en este nuevo mundo de estrellas ya vencidas,
y hasta a una mosca nutre la flor en su agonía…!