Un árbol era mi sueño
la noche que te soñaba,
y las floridas estrellas
su hojarasca milenaria.
—¿Y qué es un sueño?—, dijiste.
—¿Y qué es soñar?—, preguntabas.
Mientras, la copa del árbol
y el cielo se entrelazaban.
Fuiste esa noche, soberbia
de soledad y de escarcha,
como la sombra que turba
el centro de una esmeralda.
Apenas recuerdo el auge
que quiso emprender el alba
cuando, al fin, abrí los ojos
(el árbol se marchitaba…).
Y yo te dije mi sueño.
Y tú no dijiste nada.
Y solo quebró el silencio
el crepitar de una rama.