Donald Trump será presidente de los Estados Unidos por segunda vez. Trump es cara conocida: detractores y simpatizantes por igual cuentan (o deberían contar) con la información necesaria para justificar sus posiciones, y ninguna postura en relación a él puede arrogarse a la ignorancia. Pero los miembros de su gabinete putativo, con la excepción de Elon Musk, son menos conocidos fuera de su país. Vale la pena conocerlos para prever el panorama ideológico de la venidera presidencia.
Según anunció Trump, Musk estará en la silla directiva de un nuevo departamento de estado destinado a recortar el gasto público. La decisión es dudosa por el obvio conflicto de intereses: Musk podría regular a los reguladores que limitan la acción de sus propias compañías. Pero incluso poniendo eso de lado, Musk no es un candidato atractivo para ocupar ningún tipo de poder político. No sólo abraza sino que difunde teorías conspirativas, como en este bizarro twit o en sus comentarios sobre el COVID-191. Ante la acusación de que el gobierno de EEUU organizó un golpe de Estado en Bolivia para asegurarse el litio del país, Musk dijo:
We will coup whoever we want! Deal with it.
Ni hablar de su declarada guerra contra el woke virus, una idiotez tan norteamericana y carente de contenido que no vale la pena discutir.
El nuevo rol gubernamental de Musk no surge de la nada. El magnate donó exorbitantes sumas de dinero a la campaña elecotral de Trump: sus contribuciones superan por más de nueve veces las de toda la industria petrolera. La mayor parte de dichas donaciones provino de su super PAC2. El total de $128 millones es un 11.7% del total financiado en la campaña, casi un 40% del dinero proveniente de grandes donaciones privadas, y supera el dinero total acumulado en pequeñas donaciones. A esto debe sumarse el apoyo mediático de Musk, que cuenta—a mis ojos incomprensiblemente—con una incontable masa de jóvenes que lo admiran.
Es un hecho conocido que pequeños grupos económicos tienen una influencia desmedida en el triunfo y la caída de las campañas electorales. Se gana con el voto de la mayoría, pero el poder de convencer a la mayoría está distribuido muy minoritariamente. Tanto el financiamiento de la campaña de Harris como el de la de Trump provino mayoritariamente de las así llamadas large contributions. En este sentido, Musk no es excepcional: muchos millonarios anónimos así como otros millonarios famosos operan de la misma manera, pues están incentivados a hacerlo.
Lo curioso es que Musk no se detuvo en el aporte económico directo, sino que también condescendió al viejo (y nada sutil) arte del clientelismo. En los estados en disputa electoral, regaló $1 millón diario a personas "aleatoriamente" elegidas entre aquellas que firmaran una petición política de lineamiento republicano. Las comillas obedecen al hecho de que, eventualmente, Musk alegó que la elección no era realmente aleatoria (lo cual condujo a que miles de personas se sintieran estafadas y se formara una demanda colectiva).
Musk compartirá la dirección del nuevo departamento de estado con otra figura pública: el candidato republicano Ramaswamy. Durante su campaña, Ramaswany militó un recorte brutal del gasto público, incluso prometiendo despedir no menos del 90% del personal de la Federal Reserve. Consideró además una deportación masiva que incluiría hasta a los hijos de inmigrantes ilegales nacidos en territorio estadounidense. En el contexto yanqui, esto es radical, pues los nacidos en suelo estadounidense son declarados ciudadanos y protegidos bajo la catorceava enmienda (algo que Ramaswamy prometió cambiar). Uno podría desestimar esta amenaza desde una perspectiva económica, dado que una deportación masiva sería económicamente desastrosa, pero es más inmediato a la sensibilidad humana señalar la crueldad y el odio xenófobo que la inspiran para convencerse del carácter de este hombre.
Como embajador en Israel, Trump eligió a Mike Huckabee, un hombre tristemente célebre por repetir la doctrina de Golda Meir según la cual "no existe tal cosa como un palestino". Recientemente dijo a la CNN:
Hay ciertas palabras que me niego a usar... Cisjordania no existe. Es Judea y Samaria. No existen los asentamientos: son comunidades, son vecindarios, son ciudades. No hay tal cosa como una ocupación.
Huckabee refuta así definitivamente el fallo de la Corte Internacional de Justicia declarando ilegal la ocupación, pues el mismo parecería versar sobre una entidad inexistente.
Como embajadora en la ONU, eligió a Elise Stefanik, una figura clave en promover la (absurda) idea de que simpatía con la causa palestina equivale a antisemitismo. En la agenda de Stefanik está cortar la ayuda humanitaria que proveen las Naciones Unidas a refugiados palestinos. Cuando, en septiembre de este año, las Naciones Unides votaron una resolución en pos de que Israel terminara la ocupación ilegal, Stefanik no tardó en redactar una diatriba virulenta. La resolución tuvo un apoyo abrumador, con 124 votos a favor, 14 en contra, y 43 abstenciones, y está en pleno lineamiento con el derecho internacional. Pero Stefanik la considera antisemita, sin otro motivo que el que deja implícito: oponerse a Israel es odiar a los judíos. Según su lectura (por lo demás infradotada), la resolución sólo demanda a Israel que se rinda ante "bárbaros terroristas" (pienso que se refiere a esos peligrosos niños y desplazados que se esconden en las escuelas).
Otro miembro llamativo del gabinete putativo de Trump es Lee Zeldin, elegido como administrador de la agencia de protección ambiental (EPA). La política ambiental de Zeldin da a entender que es un negador del cambio climático al menos en la práctica. Dado su paupérrimo historial de votos en contra de políticas ambientales, tiene un tristísimo lifetime score del 14% según la League of Conservation Voters. La EPA ya había sufrido en la administración anterior de Trump, y sólo es concebible que en las manos de Zeldin la agencia se deteriore todavía más.
Por otro lado, el chief advisor en seguridad seguridad interna será Stephen Miller, cuyos lazos directos con el nacionalismo blanco son públicamente conocidos. Miller fue asesor de Trump en su presidencia anterior, y entre sus logros se cuenta prohibir la inmigración desde ciertos países musulmanes. Ahora se propone terminar con el racismo anti-blanco, que tan hondamente lastima la sociedad norteamericana... Un leak de sus mails revela sus preocupaciones e intereses: entre otras cosas, adora la novela francesa The camp of the Saints, popular entre los supremacistas blancos, en la que hordas de hombres de color invaden Europa y reemplazan la raza blanca, y se lamenta porque algunos sitios comerciales retiraron de la venta símbolos confederados tras la masacre de Charleston.
Como secretario del departamento de salud (HHS), Trump eligió a Robert F. Kennedy Jr., un antivacunas confeso. El pobre hombre es tan bruto que comparó las vacunas del COVID-19 con el holocausto nazi. Supervisará algunas de las cosas buenas que tienen los Estados Unidos, como los programas Medicare y Medicaid. Dado que Trump dijo que
he will let Kennedy go wild on health (...)
es esperable que incluso esas aisladas frutas sanas del sistema de salud se pudran. Medicaid provee cobertura médica para 72 millones de estadouniadenses de bajos ingresos. Kennedy Jr. no se ha pronunciado sobre Medicaid, pero dado el afán por reducir el gasto público, es esperable que se haga un ajuste serio del sistema. Un resumen divertido de las ridiculeces pronunciadas por Kennedy puede leerse aquí.
Mi repaso no es exhaustivo: he pasado por alto muchos otros miembros del futuro gabinete. Una cobertura más general es dada en este artículo, donde se señala que el denominador común entre los elegidos de Trump no es la experiencia política—algunos, como Linda McMahon, carecen totalmente de ella—sino la lealtad a su persona. La presidencia de Biden, al menos en términos internacionales, fue un absoluto desastre, y espero sinceramente que sea recordada principalmente por el apoyo al genocidio en Gaza. Pero el elenco de Donald Trump viene a recordarnos una verdad que olvidamos frecuentemente: siempre puede ser peor.
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Musk dijo en tono de sospecha: "Me he hecho cuatro pruebas de COVID hoy. Dos pruebas fueron negativas, dos positivas". Es concebible que un escalofrío atravesara en ese momento el cuerpo de Thomas Bayes, haciéndolo revolcar en su tumba. Ignoro si Musk es estúpido o mal intencionado. ↩
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Un super PAC es un comité independiente que puede recaudar una cantidad ilimitada de fondos de corporaciones, sindicatos, etc., para gastarlos advocando a favor o en contra de candidatos políticos. ↩