S y yo estamos en casa de mi abuela. Desde la ventana de su dormitorio, vemos que el cielo es desabrido, como si hubiera habido lluvia, y que en las aguas del Paraná se conjuran olas violentas, sobrenaturales. "El día está mejor que ayer". Ahora recorro, flotando sobre las aguas, las calles diluviadas de la costanera. Todo es presa de una cruel inundación. Un grupo de personas, que reconozco como ex-compañeros de colegio, tratan de rescatar su auto, hundido casi por completo. Entonces veo que mi tío $A$ intenta hacer pasar un inmenso poste de madera por la tranquera de la quinta de mi tío abuelo $J$, con la ayuda de éste. Ambos tíos están muertos: $A$ murió de COVID-19, $J$ de cáncer. Pero allí están los dos, en el sueño, maniobrando con el poste.

Mientras terminan su tarea, cruzo la tranquera hacia la quinta de $J$. Este es un lugar donde transcurrieron mil juegos de infancia, con primos, hermanos y amigos. Mi tío $A$ (materno) ahora es mi tío $P$ (paterno), pero $J$ permanece el mismo. $P$ me dice que ha visto mi canal de YouTube y que le ha gustado mucho. El sueño me hace saber que, en ese mundo paralelo, yo había tenido un canal de YouTube a los doce años. Entiendo entonces que estoy viviendo una escena del pasado: algún día yo había ido a aquella quinta teniendo doce años, $P$ me había dicho esas palabras, y todo lo que estaba a punto de suceder sería una repetición de aquel día vivida por un Santiago de veintiséis. Tal día no existió ($P$ y $J$ ni siquiera se conocieron en vida), pero el sueño me aseguró de su existencia.

$J$ y yo caminamos un largo sendero de tierra que, rodeado de hermosos árboles, servía de ingreso a su quinta. Tal sendero no existe realmente y fue obra del sueño. $J$ empieza a repetir las palabras que, según el sueño me hace saber, yo había escuchado el día que se estaba repitiendo, y coherentemente me habla como si tuviera doce años. Me dice que leyó mi libro (a los quince años escribí un libro de poemas, cuya escritura el sueño parece haber retrocedido a los doce años) y le gustaron tal y cual poema. Entonces pienso: "Este hombre me ha conocido y ha conocido a mis padres. Este hombre sabe cosas del pasado y de la oscura historia de mi vida. Pero este hombre está muerto. Debo tomar control de la conversación para preguntarle cosas." Habiendo acabado este pensamiento, y tratando de romper con la repetición del día pasado, haciéndole saber que no soy el mismo, le digo: "Tío $J$, imagino que vos debés estar al tanto de que estoy soñando" (y dejo que sobrentienda que la razón es "porque estás vivo"). $J$ afirma sonriendo: sabe que respira el aire de mis sueños. "Sólo muchos años después de tu muerte", le digo, "me contaron que escribías poesía." (Esto es un invento del sueño.) Entonces empieza a explicarme que así es, pero que sus poemas quedaron perdidos en algún tipo de entidad burocrática (¿un ministerio?) y nunca pudo recuperarlos; que su alma pasa los días y las noches caminando sus pasillos, revolviendo sus cajones y oficinas llenos de formularios y papeles con sellos insensibles, buscando sus poemas.

Ahora el sueño me juega una mala pasada. Antes de poder preguntarle nada más, sueño que despierto (sin despertar realmente). Estoy con $S$ en la cama de mi habitación de infancia, en la vieja casa de mis padres. Algo en la oscuridad de ese antiguo dormitorio me inquieta. Cada vez que (dentro del sueño) intento volver a dormir, despierto otra vez: pienso en $J$ y en su alma perdida, buscando sus poemas en las indiferentes salas de un frío ministerio, rodeado de funcionarios que no pueden verlo y a los que culpa por haber perdido las humildes cosas que había escrito.

Finalmente despierto, esta vez de verdad. Una somnolencia muy pesada me aprieta los párpados, pero sé (porque a esta altura ya puedo saberlo) que me espera una parálisis del sueño apenas cierre los ojos. Efectivamente, me paralizo y siento que unos extraños dedos tocan mi cuerpo. Logro romper la parálisis con mucho esfuerzo y me hago el ya familiar debate: ir a dormir aceptando que una visión probablemente horrible me atormente, paralizado y sin aliento, o despertar aunque he dormido poco. Son las seis de la mañana. Decido despertarme y escribir.