Son vagas inquietudes de la mente:
el sueño de una amante que ya ha muerto
y que aparece en forma de serpiente
diciendo que morir no ha sido cierto;
o el de una rara y primitiva fuente
que nos observa como un ojo abierto,
o el sueño inagotable y permanente
de no soñar, de estar así, despierto.
Son simples inquietudes, vibraciones
que dan relieve al aburrido charco
donde saciamos nuestra sed idiota.
Son olas sanguinarias y aluviones
que lentamente van formando el arco
que un día ha de cruzar nuestra alma rota.